lunes, 6 de diciembre de 2010

V Concurso de fotografía

Pues casi sin darnos cuenta, ya hemos acabado el primer trimestre. Raro, ¿verdad? Porque se supone que ahora deberíamos estar en vacaciones, y sólo es un puente más largo de lo habitual. Bueno, "puente", ya que algunas personas pensaron que lo mejor para pasar un buen puente era que el martes hubiera clases. Pero sin entrar mucho ahí, volvamos a la realidad. Hemos acabado el primer trimestre, ya tenemos las notas y para celebrar de alguna manera nuestros resultados, sean buenos o malos, nos vamos a dar una vuelta por Medina. Pero no una vuelta como otra cualquiera, sino una vuelta como monitores de un grupo de chavales que rondarían los once o doce años (o incluso menos) de los distintos colegios de Medina y del instituto Sidón. También venía gente de Paterna. Vamos, un concurso en condiciones. Creo recordar que se hablaba de unas doscientas personas participando. Doscientas personas que tuvieron que entrar en el salón de actos del IES San Juan de Dios. Cupieron todas y cada una de ellas, aunque algunos se tuvieron que subir al escenario...

Bueno, cuando Miguel nos comentó la idea de ser monitores para el V Concurso de fotografía, no nos pilló muy de sorpresa ya que sabíamos que el curso anterior lo hicieron los alumnos de 2º de Bachillerato también, así que por lógica, este año nos tocaba a nosotros. Toda precaución era poca y estaba planeado todo hasta el último detalle. Muchas de las cosas en las que Miguel hacía hincapié era simplemente si ocurría algún caso extremo, en el que un niño se pusiera enfermo o simplemente, abandonara el grupo que tenía asignado por placer. Por suerte, nada de esto ocurrió, pero no voy a adelantar acontecimientos ni voy a hacer ya una valoración global de la experiencia.

En la última clase de Proyecto Integrado antes del concurso, Miguel repartió los grupos. No sabía la suerte que estaba teniendo al estar en un grupo junto con otra monitora, Juani. Las instrucciones eran claras y nuestra responsabilidad, mucha. Era la primera vez, al menos la mía, que tenía a mi cargo siete pequeñajos, y eso suponía tener que estar pendiente de ellos todo el tiempo y procurar que todos llegaran al instituto a las dos menos cuarto en el mismo estado en que salieron de él a las once. Bueno, eso era imposible ya que una vuelta por el pueblo siempre te deja un poco hecho polvo, pero había que traerlos de una pieza.

Llegó el viernes. Dimos la primera clase, que era Lengua, y después de eso, al salón de actos a esperar a los niños. Cuando llegué ya estaba mi compañera Juani sentada y preparada para escribir nuestros datos en la hoja que le teníamos que dejar a Miguel. Hoja importantísima en caso de "emergencia", pues en esa hoja se proporcionaba la información de qué niños están en el grupo y quiénes son los monitores de ese grupo. Los niños no tardaron en llegar y Miguel los asignaba a cada grupo ordenadamente. Nos tocó el primer alumno, y empezamos a tomarle los datos del colegio (o instituto) de donde venía y de la tarjeta de memoria que utilizaba la cámara, así como la puesta a punto de dicha cámara, quitando la odiosa fecha que plasman algunas máquinas en las fotos y poniéndolas en la máxima calidad. Así con los demás niños que fueron llegando (sí, en nuestro grupo sólo había niños), y hubo una cosa que me llamó mucho la atención. Bueno, realmente, es algo que ya sabía de hace tiempo pero ese día lo comprobé con más fascinación. Algunos niños traían cámaras realmente buenas, todas compactas pero de una calidad de unos 10,2 megapíxeles de media, siendo algunas de hasta 12,2 megapíxeles. Bueno, hasta ahí todo bien. Lo que no está bien es que cuando voy a mirarle la calidad a la que hacen las fotos, veo que alguna cámara de 10,2 megapíxeles está configurada para hacer fotos a 3 megapíxeles y en calidad fina, teniendo capacidad para hacer fotos el doble de buenas o el triple. Sinceramente, no me lo explico. Ya que te gastas un dineral en una cámara fotográfica, aprende a sacarle el máximo partido, porque de nada sirve tener un Ferrari si no tienes carné de conducir. Y bueno, habiendo cogido todos los datos de los alumnos y puesto todas sus cámaras a punto (menos la de un alumno, que no trajo cámara), la directora Carmen presentó el evento y Miguel se dispuso a darnos unas sencillas lecciones de fotografía.

Terminada la lección de fotografía ayudada por una presentación de diapositivas más que curiosa, salimos ordenadamente cada grupo, cogimos nuestro bocata, nos los comimos, llevamos a los niños al servicio y a empezar la marcha. Una vez fuera del instituto, ya éramos los monitores los encargados de los niños, y eso impone... Bueno, cabe destacar que otros grupos iban peor que nosotros, pues éramos dos monitores y una profesora del Enciso que quiso venir con nosotros. Era un momento de incertidumbre al salir del instituto ya que todos los grupos estaban saliendo de allí y no había un camino por el que no fuera algún grupo ya. Lo que yo pretendía principalmente era llevar a los pequeños por sitios que normalmente no van. Y digo "lo que yo pretendía" porque mi compañera Juani es de Paterna, así que ella me decía que íbamos donde yo dijera. En cuanto tuve oportunidad, cogí un camino por el que no iba ningún grupo. Fuimos por la calle de la Fuente, donde los niños ya empezaron a hacer sus fotos, hasta llegar a la Avda. de Andalucía.

Allí, la recorrimos hasta la altura de El Caminillo, pero si quería seguir mi plan de ir por lugares menos frecuentados, me paré para proseguir la ruta por la que yo llamo desde pequeño "la calle de los escalones". Es la calle que sube desde El Caminillo hasta la calle de la Puerta de Jerez. En un principio, y como he pasado tantas y tantas veces en mi vida por ahí y nunca me ha pasado nada, yo no vi inconveniente alguno en subir por esa calle. Pero justo antes de adentrarnos en ella (los niños ya estaban emocionados con las fotos que sacarían en esa calle), la profesora del Enciso me avisó de dónde nos íbamos a meter. En ese momento, he de reconocerlo, se me descompuso el cuerpo. No había pensado que ahora iba con niños, no iba yo sólo. Pero despejé la mente y pensé: "¿De verdad va a pasar algo? No lo creo." Y con el miedo en las venas, subimos por la calle. ¿Por qué hay que tenerle miedo? Vale, puede que haya gente "no deseada por la sociedad", pero es mucho más el miedo que te infunde la gente hacia esas personas que lo que realmente son. Como he dicho antes, he pasado muchas veces en mi vida por esa calle, y mi madre nunca me ha puesto impedimento, y si me lo ha puesto no ha sido más que por la suciedad que ha llegado a acumularse ahí, cosa que el Ayuntamiento podría solucionar fácilmente, pero nunca por la gente que frecuenta ese lugar. Y yo, con la edad de esos chavales, iba sólo y si me encontraba con gente, lo único que a mí se me ocurría hacer era pasar con la cabeza bien alta y saludar a quien allí se encontrase. Siempre, y repito, siempre, recibí un cordial saludo por parte de los que estaban allí. Y todo eso lo recordé en un momento y fue lo que me hizo decidirme a llevar a esos chavales por esa calle, para que no tuvieran miedo. Creo que hubiera sido un error decirles que no íbamos a ir por allí por la gente que había. Ellos no paraban de hacer fotos a cada tramo que avanzaban. Para mi disgusto, había gente al final de la calle. Gente que en una situación normal no me hubiera asustado, pero que después de lo que me dijo esta profesora, me asusté. Mi reacción fue actuar con normalidad, ponerme delante de los niños y al llegar junto a las personas que estaban allí, esperar en un lado a que todos los niños pasaran. Alguno incluso se paró a hacer alguna foto por allí, y yo no le dije absolutamente nada. Esperé a que hiciera la foto y después a seguir con el recorrido. Afortunadamente, todo salió bien. Qué digo afortunadamente... Todo salió bien porque no había opción a que saliera mal.

Pasado este mal rato, seguimos por la calle San Agustín, donde entramos en la primera casa que participaba en la Jornada de Puertas Abiertas. Allí hicimos fotos del patio, típico andaluz, y sin demorarnos mucho, salimos de la casa.

Como se puede apreciar, mi intención final era llegar a la Iglesia Mayor. Por ese tramo nos encontramos a un par de grupos, cosa que no me gustó pero que era inevitable dada la cantidad de gente que participaba. Hicimos un inciso en la Puerta del Sol, donde cruzamos un pequeño descampado, cosa que no iba en mi plan pero que visto el interés que tenían los niños por hacer fotos allí decidí cruzar.

Antes de llegar a la Iglesia, paramos en el convento de las Monjas de Arriba, donde los chavales veían fotos en todos los rincones. Seguimos nuestro camino y llegamos a la plaza de la Iglesia Mayor, donde ahí sí que nos encontramos a muchos grupos. Pero era lógico, todo el mundo quería ir allí para hacer fotos porque es el lugar más emblemático (o uno de los más emblemáticos) de nuestro pueblo. Tampoco me quise entretener mucho dentro de la iglesia, pues las fotos que se hacen dentro no son muy bonitas y es frecuente que salgan movidas la mayoría de ellas, así que salimos cuanto antes de allí. Eso sí, aquí hice una de las fotos que subí a Flickr.


Antes de bajar hacia el Arco de Belén, fuimos a la casa de abajo del Bar Machín. Nosotros, entramos por donde no era, por el restaurante, pero como la mujer que estaba allí nos ofreció entrar por ese sitio, pues por ahí que entramos. El patio es precioso. Más que precioso. Sólo sus vistas ya te cautivan y las piscinas que tiene, las hamacas, el suelo, las plantas... Todo. Es idílico.


Aquí hice una de las fotos que he subido a Flickr para que opten a la exposición de fotografía.


Y después de pasarnos por este precioso patio, seguimos la ruta hacia el Arco de Belén. Decidí no ir a las Caballerizas del Duque porque, mirándolo desde el punto de vista práctico, no creía que fueran a hacer buenas fotos por allí, así que seguimos calle abajo en dirección a la antigua Comisaría de Policía para meternos por la calle Basurto con intención de llegar a la Alameda, no sin antes parar en otro de los patios que estaban dentro del itinerario de las Jornadas de Puertas Abiertas. Ahí pude hacerle una foto a esa flor, una de las muchas que había en ese patio. Y en la bajada hacia la Alameda, hice mi foto preferida en ese día:


Durante algunos tramos del recorrido yo me quedaba rezagado o me adelantaba para hacerle fotos al grupo, y aquí me quedé un poco atrás. Pensé que cruzarían todos por su cuenta, pero pasaron algunos coches y tuvieron que pararse para cruzar. Y ahí están, todos parados como si fueran patitos esperando a cruzar la peligrosa calzada. Definitivamente, cada vez que la veo me gusta más. Refleja con claridad lo que fue ese día.
Y ahí está la monitora Juani, la cuarta empezando por la izquierda, vigilando que nadie se le escape. Desde luego, si no es por ella, yo me desespero en menos de una hora.

La Alameda sólo la pisamos para cruzar hasta la calle La Loba, un punto importante en el recorrido. Allí entramos en otra casa rural, donde la dueña ofreció pasteles, cosa que Jose María (uno de los niños que venía en nuestro grupo) no dudo en aceptar.

Después del tentempié, fuimos a la Iglesia de Santiago. Allí, siguiendo mi filosofía de "fotos bonitas en sitios no usuales", estuvimos poco tiempo y yo propuse no ir a las cloacas, porque no sacarían fotos de provecho allí dentro, pero la mayoría de los chavales querían ir porque decían que eran muy bonitas, así que fuimos. Efectivamente, no hicieron fotos bonitas, pero al menos me sirvió para verlas ya arregladas, que está muy bonito. Aunque, realmente, me gustaba más cómo estaba antes. Ahora no tiene tanta pinta de antiguo...

Terminada la visita a las cloacas, subimos hasta la calle Álamo. Mi pensamiento era subir directamente al Arco de la Pastora, hacer fotos y bajar otra vez para irnos ya de recogida, pero como íbamos bien de tiempo, decidí llevarlos por las calles del centro hasta la Iglesia de la Victoria, donde los chavales (y los no chavales) ya estaban un poco cansados. Ya para ir acabando el recorrido, subimos hasta El Llanete, entramos en el hotel Cabeza del Toro, donde los chicos hicieron fotos a los objetos antiguos que allí se exhibían, y ya tomamos dirección al Arco de la Pastora, pasando antes por otro patio de las Jornadas de Puertas Abiertas.

En el Arco de la Pastora los niños hicieron varias fotos, y algunos mostraron interés por entrar en la casa que había en la plazuela. Yo también me interesé porque desde chico he pasado por esa casa y nunca había entrado. Hubo un tiempo en que estaba en ruinas pero se restauró hace poco. Estaba también muy bonita reformada, muy buen gusto tiene el inglés que la ha arreglado. Cabe destacar que algunas de las fotos que hice ese día fueron meras copias de las que estaban haciendo los alumnos, pues al ser siete, había alguno que siempre se fijaba en algo que no se fijaban los demás, y ahí estaba yo para felicitarle y para copiarle. De todo el mundo se aprende algo.


Y terminada la visita al Arco de la Pastora, donde hice la última foto que he elegido para subir a Flickr, ya había que ponerse rumbo al instituto. Esta vez sí pasamos por El Caminillo, cosa que ningún grupo hizo al final porque ya lo habían visto antes. Una ventaja para nosotros, que estábamos sólos allí haciendo fotos. Allí en el parque algunos alumnos se encontraron con sus profesores y se pusieron rápidamente a contarle su experiencia. Era muy gratificante escucharlos hablar de dónde habían estado y lo bien que lo habían pasado.

Una vez en el instituto, Juani y yo respiramos hondo y nos dispusimos a pedirle a los chavales las tarjetas de memoria de sus cámaras. Fuimos a buscar a Miguel al salón de actos y allí le dimos las tarjetas y las noticias, que eran cero. La mejor noticia para Miguel sin duda.

Bueno, aquí dejo un mapa del recorrido que hicimos. El Google Maps no es perfecto, así que "la calle de los escalones" no aparece y no he podido calcular la ruta por ahí. Salvando ese error, calculo que recorrimos unos cuatro kilómetros en unas tres horas.

Ha sido una gran experiencia donde hemos aprendido muchas cosas, entre ellas, lo que significa tener a tu cargo un grupo de niños donde a cualquier desgracia los padres te pedirían responsabilidades a ti. Por suerte, todo salió bien y sólo hubo que lamentar el frío que hacía, frío que te dejaba las manos heladas al sacar la cámara de fotos.

Y dicho esto, sólo queda agradecer a Miguel que haga estas cosas. Merecen la pena.

¡Un saludo!

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