jueves, 11 de noviembre de 2010

Foto & Comentario del libro "La soledad de los números primos"

Y no sé exactamente por qué, pero hoy jueves 11 de noviembre, cuando son las 22:33 de la noche y teniendo dos exámenes mañana, he decido que es un buen momento para hacer el comentario de la semana, que viene cargadito...

Comentario del libro La soledad de los números primos:

Bueno, qué decir de este libro... es extraño, a la vez que real; es agobiante, a la vez que fascinante; y es para adolescentes, a la vez que para los no tan adolescentes, ¿o acaso mi abuelo de 89 años lo es? Realmente, es difícil calificar este libro con un adjetivo, porque (y voy a hablar en primera persona) me ha hecho sentir tantas cosas a la vez que cada vez que pasaba una página, era como adentrarte en un mundo nuevo, del que no sabes ni por un casual qué es lo que va a ocurrir. Lo único que era cierto en el libro era que cada vez que se acababa una parte en la que se hablaba de la historia de Mattia (el protogonista masculino), empezaba otra en la que se hablaba de la historia de Alice (la protagonista femenina). Pero no eran dos historias diferentes. Eran dos historias paralelas, donde por circunstancias favorables o adversas, estos personajes acaban conociéndose, y de qué manera...

Por una parte, ambos protagonistas sienten lo mismo y, por lo tanto, podría decirse que sus vidas son parecidas. Pero nada mas allá de esto, sus vidas son completamente distintas. Mattia, por un lado, es un niño inteligente (más de lo normal) que se siente avergonzado de tener una hermana que carece de todo lo que a él le sobra. Y bueno, es una postura lógica en un niño, ¿no? Cruelmente, sí. Y digo cruel porque el problema no es de aquellos que son retrasados mentales ni de sus hermanos avergonzados. La culpa es de la sociedad. Sociedad... hay tanto que hablar y que corregir de ella... Porque todo hoy en día está predefinido por esta, absolutamente todo, y lo peor es que no nos damos cuenta de ello. Es por eso por lo que no sería muy disparatado decir que vivimos en una especie de mentira, un mundo que se ha ido creando con el paso del tiempo y que nos hace aprender unos valores preestablecidos que, quién sabe si en otro mundo esos valores son realmente una broma pesada. El problema es ese, el creer que no hay otro mundo, que somos los únicos y que por ello, somos los mejores. Pues ese pensamiento es el padre de nuestra sociedad. Volviendo un poco al libro, y viendo a lo que quería llegar, también sería normal una actitud completamente contraria a la de Mattia. Es decir, ¿por qué en vez de sentirse avergonzado no podría sentirse privilegiado? Porque entonces no estamos viviendo en el planeta Tierra, y mucho menos, en una sociedad occidental, donde lo que prima es la imagen física. Una contradicción, ya que un retraso mental de físico tiene poco, pero aun así, se sigue viendo desde el punto de vista melancólico: "Pobrecilla, es tonta. La que tiene que cargar el hermano..." Pues, y sin justificar de algún modo el gesto de Mattia hacia la hermana, la que verdaderamente tiene la culpa de la desparición de esta es la sociedad. Qué fácil, ¿verdad? "En realidad los asesinos no existen, es la sociedad"- podría decirse tranquilamente... Para nada, pero en este libro se ve clara una cosa, y es que hasta la mente más privilegiada de este mundo es capaz de dejarse llevar por la sociedad y el miedo al ridículo, sobre todo, siendo pequeño. Y hasta ahí es a donde quería llegar, que nadie escapa a las garras de la sociedad. Por otra parte... ¿qué seríamos sin ella?

Y cogiendo otros caminos diferentes a comentar la sociedad, vamos con otros temas, mucho más difíciles: los sentimientos. Difíciles, únicos e intransferibles. A mi parecer, no existe un sentimiento en el mundo igual a otro. Como la huella dactilar. La cuestión es que debido a estos sentimientos, tanto Mattia como Alice, que sufren un cambio radical en un determinado momento de su vida, viven atormentados el resto de esta por los sentimientos: ya sea de culpabilidad o de... bueno, principalmente, de culpabilidad. Porque perder a una hermana es duro y marca tu vida, eso es más que cierto, pero sufrir "abusos" en el instituto, cuando eres todavía una mente sin formar y tierna, también marca tu vida. Y así se desarrolla la mayor parte del libro, un constante intercambio de sentimientos que, en realidad, nunca llegan a mostrarse ante otra persona. Así, Alice y Mattia nunca llegan a hablar claramente sobre algún tema de su vida. La razón es sencilla a mi parecer, suficientes problemas tienen en sus cabezas como para sumarle innecesariamente algún otro. Es, desde el punto de vista práctico, inútil. Y como para una mente tan inteligente como la de Mattia, ser práctico es algo esencial, el resultado es de esperar.

¿Por qué no llegan a estar juntos? ¿Qué se lo impide? ¿Por qué se lo piensan tanto? ¿Por qué no son más decididos? ¿Por qué son tan difíciles? Al tiempo que escribo estas preguntas, me río pensado que si me las hiciera a mí mismo respecto a mi vida, tampoco sabría responderlas. Ni tengo una mente privilegiada como Mattia, ni tengo un pasado difícil de recordar como Alice (y Mattia). Tengo muchas otras cosas que hacen que pueda aplicar esas preguntas a mi vida, pero que me temo nunca serán respondidas. En realidad... ¿para qué quieres responderlas? Entonces tu vida perdería un poco de la gracia que tiene.

Es crudo leer la historia (aunque hayan sido pocas las líneas dedicadas expresamente a esto) de una anoréxica, aunque más duro es saber de dónde viene el problema. Qué injusticia... Ahí es donde podemos comprobar hasta qué punto la sociedad puede influir en nosotros. Que no estamos hablando de algo ajeno a nosotros, como muchos piensan: "Bah, a mí me da igual lo que diga la gente de mí". No. Nuestra vida está fuertemente condicionada por eso, queramos o no, y soy el primero que me gustaría que no fuera así, pero qué se le va a hacer, para evitarlo tendría que ser un Robinson Crusoe como mínimo, y de momento a Robinson Crusoe sólo lo quiero en papel. También es duro leer como un muchacho puede llegar a cortarse sin dolor (físico ni psíquico) las manos. Te hace reflexionar mucho y, también te hace reflexionar sobre la "tribu urbana" (hay que ver qué poco me gusta ese nombre...) que hoy en día se denominan "emos". Es altamente peligroso mezclar la corriente de moda "emo" con un caso de estas dimensiones, pero la asociación en mi cabeza ha sido inevitable. A todos esos "emos" que hacen ver al mundo lo difícil, dura y mierda (con perdón de la palabra) que es su vida y lo valientes y machos (y hembras) que son al no tener pudor en "cortarse las venas". Amigos, el suicidio es algo muy, muy pero que muy delicado. Creo recordar la opinión de Miguel acerca del suicidio, y si no me equivoco, es muy diferente a la mía. Cerrado el paréntesis de esta moda pasajera y engañosa "emo", volvemos al problema real que plantea el libro, mucho más interesante y profundo que una moda. Moda... altamente relacionada con la sociedad, ¿no?

Centrándome un poco más en lo que el libro me ha transmitido, es como dije en el principio. Me ha transmitido tantas emociones que, siendo sincero, aún no sabría decir si el libro me ha gustado o no. No me gustan los libros que me agobien, pero... ¿todos eran agobios? Parecía que no. Parecía que había momentos de lucidez, pero que acababan siendo frustrados por una causa mayor o por una causa hundida en la sinrazón. Tampoco sabría decir a ciencia cierta si me siento identificado con el libro, que es lo que en un principio parece dada la edad de los protagonistas, pero que finalmente el libro se traslada a una edad pasada la adolescencia, edad a la cual mis amigos y yo nos estamos acercando terriblemente y sin darnos cuenta, que es lo más terrible. Pero bueno, algunas partes del libro sí que he de decir que me han recordado momentos de la infancia o momentos más que recientes, más que nada, por los sentimientos que dejaba entrever Mattia que por los hechos narrados.

El libro engancha. Bueno, con decir que me lo leí en unas pocas horas en un mismo día... Aunque también he de reconocer que, aunque me cueste trabajo arrancar, casi todos los libros con los que me atrevo suelen engancharme. Pero esta vez era un poco diferente. Había mucha incertidumbre en lo que podría ocurrir dos líneas más abajo, y no han sido pocas las veces que la vista se me ha ido unos cuantos renglones esperando algo que, en el fondo, sabías que no iba a ocurrir por la dinámica de la narración y de la historia. "No Daniel, sigue leyendo por donde ibas..." Bastantes veces me he dicho esto, y eso sí que me ha pasado en pocos libros y sin tanta frecuencia como en este. La narración es muy buena y, viniendo de un escritor "inexperto", sorprende y a la vez te fascina. Fascina que el primer libro de un escritor novel pueda hacer que al acabarlo, suspires y recapacites sobre lo leído. Bueno, eso suelo hacerlo en cada libro, pero cuando recapacito suelo hacerlo en un corto período de tiempo. Con este libro no, y si ahora me pusiera otra vez, seguiría recapacitando, porque parece mentira que pueda haber tanto contenido y tan variado en apenas trescientas páginas. Trescientas páginas que costaron sus dieciséis euros pero que, algo me decía que no iba a ser un gasto en vano. Y efectivamente, han sido unos dieciséis euros muy bien invertidos. He disfrutado con la lectura de un libro bueno y no he tenido que dejarme la vista ante la pantalla de un ordenador.

Es que... pocos libros me han hecho pensar tanto como este. Los ha habido que me han hecho llorar, que me han hecho reír, que me han dejado indiferentes y los ha habido como este. No dudaría en volver a leérmelo, y repito, no porque me haya encantado, porque después de toda esta parrafada, todavía no sé qué me transmite exactamente y si me ha gustado o no. Lo único que tengo claro ahora mismo es que lo que realmente me gusta es esta incertidumbre que ha creado en mi cabeza. Como si no tuvieran poco trabajo mis neuronas, ahora tendrán que hacer horas extra... Sí, como venía diciendo, me lo volvería a leer, pero ahora quiero dejar que sea descubierto por un hombre que tiene 72 años más de experiencia que yo. Un hombre por cuyas manos han pasado libros de lo más variopinto y que, en 5 minutos, puede regalarte cultura fascinante. Cultura que se te queda incrustada en la cabeza como ninguna otra que te puedan enseñar en el instituto. Puede que cuando él acabe leerlo y, después de la charla asegurada que tendremos entre ese hombre y yo, escriba algo sobre las conclusiones a las que él ha llegado.

23:47 de la noche, casi en el día 12 de noviembre (lástima que no pueda decir que el comentario lo he hecho en dos días), doy por concluido este comentario,que ,echando la vista arriba, me parece mentira que lo haya escrito.

Un buen libro para un buen lector.


Foto de la semana: Retrato

No. No hay retrato por el momento. No es de mi agrado el demorarme tanto en hacer la foto, pero tuve una idea y quiero, al menos, intentarla. Por eso, mañana partiré hacia Jerez con algún profesor, y de Jerez a Utrera en tren para encontrarme con mi "prima", entre comillas porque en realidad es la hija de mi primo. Las circunstancias de la vida han querido que el fin de semana que más necesito ir a Utrera esté sólo en casa y tenga que buscarme la vida con los medios posibles para ir hasta allí. Si sale un buen resultado, entenderéis por qué quise esperar hasta el fin de semana para hacer el retrato...

EDICIÓN (14 de noviembre)


Ida - Vuelta

Trescientos kilómetros y unas cinco horas de viaje. Eso es lo que cuesta llegar a Utrera usando transporte público desde Medina, cuando en coche son cien kilómetros que se hacen en apenas una hora y diez minutos. Si es que mi pueblo está comunicado con el exterior a más no poder...

Hecho ese inciso, que no es más que una introducción a lo que sería una odisea si quisiera relatarla, vamos a lo importante: la foto de la semana. Bueno, los motivos por los que fui a Utrera a buscar la foto eran varios. Es cierto que cuando Miguel dijo lo del retrato pensé rápidamente en mi prima, y eso sumado a que llevo unos meses sin verla, me hizo plantearme ir a Utrera a hacerle el reportaje fotográfico y, por encima de eso, a verla.

Las condiciones no eran favorables para hacer una buena foto. ¿Motivo principal? Pregúntenle al cambio de horario... Fue muy frustrante llegar a Utrera ya con una luz muy tenue y, sabiendo que cuando ibas a ver a la niña, la luz iba a ser más tenue aún. Qué tenue... De noche. Pero yo tenía que hacer la foto ese día, fuera como fuera, porque el día siguiente me resultaba imposible gracias al horario tan flexible del que disponía si quería volver a Medina.

Y bueno, dadas las condiciones (con luz artificial y sin flash), es difícil hacer una foto a una niña que está constantemente moviéndose sin que la foto salga, pues eso, movida. Pero algo salió...


No está muy nítida, pero era de las mejores que tenía y su sonrisa era muy natural. Claro que era natural, estaba viendo al ídolo de los niños, Bob Esponja.

Para poner el trabajo más dificultoso, era complicado plantarse frente al ordenador con unas trescientas fotos en pantalla y escoger una. Para empezar, las que tienen flash, fuera. Una pena, porque los ojos le resaltaban mucho más...



Y con esta serie de fotos me despido ya de este comentario que, por el momento, ha sido el que más trabajo me ha costado, tanto por el comentario del libro como por la foto. Y he de decir que estoy muy satisfecho con el trabajo hecho...

¡Hasta la semana que viene!

PD: Si tenéis curiosidad, ese par de ojazos tiene nombre: María.

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